miércoles, 28 de diciembre de 2011

Ella


Ella me vio sentado con el amor bajo aquel roble donde los delicados rayos del sol que atravesaban las hojas y ramas, nos permitían disfrutar del maravilloso paraíso que nos brindaba ese lugar, por atajos ella lograba adelantarse  y nos vigilaba, cada vez que iba tomado de  la mano del amor.
Sabía que yo amaba tanto al amor, que no se atrevía a tocar mi puerta e invitarme a tomar un café.
Siempre tuve esa sensación de que alguien me observaba pero creía que era producto de mi paranoia.
Al pasar los años ella enveneno al amor con pequeñas cucharadas de mentiras, hasta que se hizo amiga del amor, se lo llevo a un lugar lejos de todo, era hermoso y caminaron varias horas juntos, ella se detuvo y dejo que el amor siguiera caminando, el amor volteó y ella le sonrió, entonces el cielo se tiño de nubes grises y se abrió, dejando caer una lluvia alentando al amor a que corriera mientras se deleitaba por la adrenalina que la lluvia le hacía sentir. Sin darse cuenta a tiempo, el amor cayó por el abismo, que se escondía por todos los árboles.
Después de que el invierno termino y llore bajo la lluvia compulsivamente, me di cuenta que ella estaba a mi lado, había estado desde que el amor me dejo, ella se llamaba soledad.
Al pasar los meses, nos convertimos uno parte del otro y estando juntos, vi que la soledad me quería entregar a algo más inteligente que ella, la muerte, pero mi venganza tomo fuerza y la engañe con un nuevo amor.
Un nuevo amor que me rescató de la trampa de la soledad. Cuando envejecí y mi nuevo amor conmigo, estaba listo para morir junto al amor otra vez, recordé el tiempo que pase junto a la soledad y descubrí que la soledad es una buena compañera pero no para siempre.








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